El 31 de diciembre se celebra la memoria de San Silvestre, trigésimo tercer Papa de la Iglesia Católica, cuyo pontificado se extendió desde el año 314 hasta su muerte en 335. Nacido en Roma, San Silvestre asumió el liderazgo en un periodo crucial para los cristianos: el fin de las persecuciones religiosas tras la promulgación del Edicto de Milán en 313.
Durante su papado, la Iglesia dejó atrás los años de clandestinidad, enfrentando nuevos desafíos en su integración a la vida pública. Bajo su guía, se consolidaron importantes avances, como la construcción de grandes basílicas financiadas por el emperador Constantino, incluyendo la de San Pedro y San Juan de Letrán.
San Silvestre también estuvo al frente de importantes desarrollos doctrinales, como el respaldo al Concilio de Nicea en 325, que definió aspectos esenciales de la fe cristiana. En este día, los fieles recuerdan su legado y piden su intercesión como símbolo de fe y perseverancia.